El término virtualización, cuando comenzó a comercializarse en el sector de las tecnologías de la información, se refería a la capacidad de los servidores físicos para poder alojar más de un sistema operativo, por ejemplo, dos Windows Server 2019 y tres Linux Centos 7.6 cada uno con una función distinta dentro la organización (Active Directory, servidor Web, servidor de ficheros).
La virtualización llegó, por tanto, para dar respuesta a la necesidad de las organizaciones de optimizar los recursos informáticos evitando tanto los servidores infrautilizados como los sometidos a un trabajo intensivo con los problemas correspondientes. Con la llegada de los servicios cloud computing, se nos ofrece además la posibilidad de subir una máquina virtual a nuestra cuenta cloud, en AWS, Azure, o cualquier otro proveedor este tipo de soluciones en la nube.
La virtualización de aplicaciones facilita la ejecución de diferentes soluciones de software con independencia del entorno en que se realice.
Las ventajas de este tipo de virtualización son claras, fundamentalmente en lo referente a:
En este caso, se trata de virtualizar sistemas operativos de escritorio para usuarios, en cuyo caso la instalación del puesto de trabajo del usuario no estaría en un ordenador físico, sino que estaría en el servidor de máquinas virtuales (HyperV, Vmware, o Xenserver de Citrix). La gestión de los puestos de usuarios se haría de forma centralizada y no de forma individual en cada puesto, con las consiguientes ventajas:
La virtualización de almacenamiento da respuesta a las necesidades crecientes de storage de las empresas considerando la importancia que para ellas tiene la salvaguarda y disponibilidad de su información, así como la ganancia en flexibilidad para la asignación de recursos de almacenamiento.